07 de Septiembre de 2008 | Diario Perfil
El amor como posibilidad
La contratapa del libro es clara: los personajes de las historias que conforman esta novela devienen en héroes porque se atreven “a pasar del otro lado”, condición de posibilidad en primer lugar del hecho literario.
La protagonista, trabajadora social de una imprecisa ciudad de provincia, convoca las voces de los sin voz, los habitantes de la villa El Gallo, con las que construye el relato de la pobreza: escenas de robo, de prostitución infantil, patios abarrotados de objetos del cirujeo, relatos orales sobre los milagros de una niña autista, imágenes alucinadas del paco, postales de un lado del mundo cuyos habitantes sólo alcanzan a aferrarse a lo que queda: como las historias de la guerra que Manuel, un ex combatiente de Malvinas le cuenta al Chiro, joven sobreviviente de un país partido en dos.
Los nudos a los que el título alude entretejen los acontecimientos políticos, armando una geografía y una historia sobre los cuerpos, expresadas en la pierna mutilada de Manuel, en las manos ampolladas por los rosarios que las alumnas tejían para los soldados, en los cuerpos adelgazados del paco o en los cuerpos ausentes, como el del hijo desaparecido o el del soldado que nunca volvió.
Pero, hay otra historia y otra geografía que atraviesa los cuerpos en esta novela, y es la del deseo. Porque en Nudos se puede leer también el relato del amor como posibilidad y riesgo de anudar una historia amorosa a pesar de las heridas.
“Quizás es como ver el borde entre esto y otra cosa”, piensa la protagonista. Y ese pareciera ser el lugar que sartreanamente elige para construir un relato de un realismo más cercano a una pintura que incluya al espectador, como el cuadro en el que un grupo de gente cae por el sumidero de una bañera y donde el Chiro se descubre a sí mismo, cuyo sentido el texto subraya por demás.