06 de Agosto de 2011 | El eco de Tandil
Domingo 7 de agosto, 20,30 hs en la Feria del Libro
Se presentará Guillermo Del Zotto, escritor de microficciones

Mañana a las 20.30, en la sala Ernesto Sábato se presentará El espectador inmortal, del escritor olavarriense Guillermo Del Zotto. La disertación contará con la presencia de Daniel Fitte, ilustrador de los textos, y de la escritora Patricia Ratto.

Guillermo Del Zotto dialogó con El Eco de Tandil sobre su último y magnífico libro, que reúne una serie de microrrelatos que han llamado la atención de innumerable cantidad de lectores. Así, Tandil tendrá el privilegio de escucharlo disertar mañana en el marco de la Feria del Libro.

-¿Qué te decidió a escribir los microrrelatos? ¿Es una elección?

-Mi primer libro de cuentos se llamó Apología de lo breve. Y tiene un prólogo manifiesto donde, de alguna manera, ya mostraba mi tendencia. Entonces desconocía el género microrrelato como tal, pero sí practicaba cuentos bien cortos, con lo esencial. Claro que cuando comencé a investigar me encontré con un género floreciente y también con infinidad de pautas que son inversamente proporcionales de complejas con respecto a la “estatura” con la que resultan.

Con la participación de un concurso internacional organizado por la Universidad de Salamanca obtuve una mención por La cola del unicornio y en la devolución de uno de los jurados, Raúl Brasca, escuché que se habían premiado “los trabajos con conciencia de género”. Eso me terminó de animar.

-¿Cómo ha recibido el público lector a El espectador inmortal?

-Es difícil responder qué pasa con los lectores. Sacando amigos y parientes, te podría decir que obtuve mucho incentivo por parte de autores expertos en la materia como Raúl Brasca y Ana María Shúa. Y también algún lector no muy ávido que al ser textos cortos se animó y le cerraron. De todas maneras creo que el lector ideal es uno mismo antes de comenzar a escribir la historia. Y esa exigencia es innegociable.

-¿Cómo se dio la posibilidad de que Daniel Fitte pudiera hacer las ilustraciones? ¿Qué sentís que aportó al libro? ¿Cómo se conjugan imagen y palabra?

-Daniel Fitte es un artista excepcional y además como un hermano. Trabajamos juntos en El espectador inmortal porque ya habíamos hecho el libro Alma Rusa, donde sus dibujos tienen más protagonismo. Es ya una costumbre, siempre pienso los libros con su participación. Me gusta más pensar en un resultado artístico que en una obra intelectual pura.

Sobre el microrrelato

-¿Podías explicar cómo se condensan historias de tan diversos tipos en un espacio tan pequeño como es el microrrelato?

-Está muy bien usada la palabra condensación, porque Raúl Brasca -que también es químico- dice que “La analogía química tendría que ser un sistema heterogéneo, dado que la microficción es esencialmente heterogénea, un género proteico, un híbrido de muchas cosas. La microhistoria es humo, es finísima espuma, es nube: dispersiones de sólido en gas, de gas en líquido y de líquido en gas, sucesivamente”.

A esta altura creo que hay más definiciones sobre el género que microrrelatos hechos y derechos. Otra que me gusta es la de de Ana María Shúa: una mezcla de publicidad con poesía. Teniendo en cuenta que publicidad es “lo que vende” y la poesía es “lo que no se vende”. Y a mí me gusta dar vuelta una frase: “lo breve, si malo, dos veces malo”.

-Hay críticos que dicen que los microrrelatos son un “chispazo de ingenio” ¿Qué opinás de esto? ¿No es mucho más difícil escribir un microrrelato que un cuento, por ejemplo?

-Creo que el chispazo de ingenio tiene que estar siempre, en una novela, en un cuento, en una película o en una canción. Pero con eso no alcanza. El ingenio necesita talento. Y el talento trabajo. Con un poco de lo primero y mucho de lo último, creo que algo se puede lograr.

En cuanto a si es más difícil, claro, porque en realidad el microrrelato “es” un cuento. Lo que sucede es que a lo que no está lo tiene que construir el lector. Pero es tarea del autor hacer que esa tarea valga la pena. Y sobre todo no estafe el resultado.

Experiencias personales

-¿Cómo conjugás la profesión de periodista y de escritor?

-No la conjugo. Un descubrimiento, después de quince años de periodismo, es que no son compatibles. De todas maneras yo comencé a trabajar en un diario después de haber publicado. Entonces, de a poco, fui encontrando un lugar intermedio que es el periodismo cultural. Y como lugar intermedio no está tan mal.

-¿Cuál es la vivencia que tenés de tus talleres literarios y del Circo de Poesía?

-Cada vez más veo en los talleres literarios un espacio de enriquecimiento muy importante. No creo en los talleres literarios como formadores de escritores. Pero una amiga mía, María Inés Krimer, dice que “uno puede ser escritor a pesar de haber pasado por un taller literario”. La idea es disfrutar y promover el acto de la escritura, con toda la libertad posible. Las publicaciones, los concursos y otras avaricias son resultados, accidentes. Lo importante creo es tomarlos como espacios nutritivos, de intercambio. En ese sentido destaco a Patricia Ratto como una gran tallerista y amiga, además de su reconocida trayectoria como novelista.

El Circo de Poesía en estos momentos está en pausa. Fueron doce años de un permanente homenaje a su creador, José Sbarra. Cada circo fue diferente y pasaron muchas cosas. Desde muy íntimos a algunos con presencias como Alberto Laiseca, Leo Masliah, Jorge Boccanera. Un poco el nombre sirve para definirlo, circo un poco como contracultura y poesía… bueno, también.

-¿Cuál es la política de Olavarría respecto a quienes trabajan en letras? ¿Hay apoyo municipal?

-Este año creamos, tímidamente, la Escuela Municipal de Letras. Funciona dentro de los espacios de escuelas municipales como la de música o danza. Quizás esté faltando el apoyo editorial para quienes tienen libros para publicar. Se podría decir que hay apuesta por la formación y que habría que hacer algo más sólido para lo que es la edición. Por otro lado la Municipalidad, junto a la Unicén, apoyan un evento que en la ciudad se ha encarnado que es la muestra Libros en Olavarría.

-Se dice que “Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires”. ¿Cómo viviste esto a la hora de publicar?

-En realidad a mi primer libro, Al costado de la noche, lo publiqué viviendo en Buenos Aires. Era joven pero parecía que se abrían algunos caminos. Sucedió que volví a vivir en Olavarría en seguida de esa publicación. Y el trabajo periodístico me ayudó a conocer artistas y autores. Diría que a veces no es necesario Dios del otro lado del mostrador. Los espacios se pueden construir. Si un día lo que hacés justo le interesa a Dios, bienvenido sea. Creo un poco también en lo del gran Tolstoi: desde la aldea se puede ser universal