19 de Diciembre de 2011 | Tandil
Festivos textos breves
Preparando el clima para las Fiestas

Escritores que participan del Taller de escritura que coordina la escritora Patricia Ratto nos acercan sus textos breves que abordan, con diferentes estilos, las festividades que ya se acercan: Navidad, Año Nuevo y Reyes.

La Navidad del Gallo

Cuando el Gallo subió al tren aquel 24 de diciembre en que volvía a casa después de un año de estudiante sentía el estómago a los gritos. La cercanía de la Nochebuena comenzaba a acecharlo, a pesar de que había jurado no dejarse ganar por la horrible sensación de recibir Navidad por primera vez en un vagón de tren.
Cuando pensó que el tren partía sólo con él, un bullicioso grupo de cuatro personas se acomodó a unos tres asientos de distancia. Los Carlitos, los llamó para sí mismo, porque así llamaban al niño que corría en el pasillo. Mamá Carlitos no lo perdía de vista y papá Carlitos leía el diario. También tenían una niña de pelo trenzado y mirada penetrante.
Miró hacia afuera viendo pasar galpones primero y estaciones vacías más tarde, hasta que la noche se tragó el campo y el vidrio de la ventanilla mostró apenas las luces del vagón y su cara flaca y pálida.
Dormitó un rato concentrándose en el ritmo monótono. Lo despertó una carcajada. Los Carlitos reían, y cuando sacaron de una canasta tapada con un repasador sándwiches de milanesa enormes, hechos con un pan que crujía cada vez que alguno le hincaba el diente, la niña se acercó a su lado y lo miró fijo. Fermín pensó que tal vez no iba a estar solo después de todo, y sintió el sabor de la milanesa en la boca cuando la Carlitos llamó a su hija. “Ahora me lo da, me lo da seguro” pensó ansioso. Pero no fue así, la mamá Carlitos susurró que no debía acercarse a extraños y siguieron comiendo, primero las milanesas, después una pastafrola, para terminar brindando con una botella de sidra la llegada de la Navidad. Entonces, metió sus manos en los bolsillos, hundió la cabeza en el cuello del uniforme, cerró los ojos y amaneció su Navidad triste en el vagón de un tren casi fantasma, chupando una lágrima que se metió entre su bigote espeso.

Mili Machado

 El botón que faltaba

Se estaba terminando de abrochar la vieja chaqueta colorada. Hacía años que le faltaba un botón, pero siempre lo recordaba cuando era tarde. Ya estaba listo para salir con la carga al hombro. Transpiraba bajo la barba y la respiración se hacía jadeante, pero sabía que no podía fallarles. Desfilando la ira de los dictadores se había levantado para ir a cumplir su misión.
Pero no pudo. No pudo porque en ese mismo instante se abrió la puerta y ellos estaban ahí, observándolo con ojos duros.
–¿Qué hacés viejo? Ya sabés que el médico te dijo reposo absoluto por quince días.
–¡A la cama! – le dijo Isabel.
Cuando estaba resignado vio los dos pares de ojos felices que corrían a abrazarlo.
–Abuelo, abuelo… vino un señor vestido de colorado y nos dejó un montón de regalos. ¡Se fue en un carrito que volaba! Pero no era el verdadero… al verdadero le falta un botón en el saco y tiene los bolsillos lleno de caramelos.

Mili Machado

Nacimiento

Tiembla
el pino con estrella
sobre la avellana
del mantel

y hace pesebre la guirnalda
por una nieve
en su mudo reno

de trineos intermedios
entre la Virgen
y el Nacimiento

                  Mili Machado

La pregunta

Ahora es Jesús que nace
mientras la misa del sur
se entrelaza con los brindis.
Adentro vuela una estrella
que se desgrana seca en el pesebre
por este nuevo nacimiento.

El regalo vuelve a ser la familia,
la pregunta del pastor,
el embriagador recuerdo de Papá Noel.
Es intensa esta cena
de tíos ausentes,
de fotos postergadas detrás de la bruma.

Hoy me busco
en los restos del viejo pan dulce
sin ganas
y sólo encuentro esta fe mía,
una imagen abandonada
con la que me moví entre primos extraños.

                                                 Carolina Cordi

Dos rosas

Buscó una tijera, salió al jardín y cortó dos rosas amarillas, las pondría en el centro de la mesa que lucía un mantel blanco bordado, una vajilla reluciente y, en cada extremo, unas hojas de muérdago con moños rojos. Hoy no, se dijo. En un rato llegarían sus padres y el resto de la familia, como todos los años; su marido y sus hijos avisaron que estaban en camino.
Se fue al baño, se miró al espejo, cepilló su cabello, le dio algo de color a sus mejillas pálidas y, ya en el dormitorio, escondió el sobre con los resultados. Esta noche no, se repitió.

Berta Rinaldi

Noche especial

Suele estar siempre en la puerta de la iglesia pidiendo limosna. Llegada la tardecita se vuelve a su casa con lo poco que la generosidad de la gente le deja en la lata.
Hoy, que es una noche especial, los feligreses se mostraron magnánimos o, simplemente, eran más numerosos. Por eso, cuenta el dinero recostado sobre el tronco nudoso de una higuera y piensa que su familia tendrá una Navidad.

Berta Rinaldi

Vecinos

Desde mi terraza veo el patio de los Pereira: la mesa tendida y adornada, el arbolito con sus luces y la parrilla lista. Hacía mucho tiempo que ellos no festejaban, claro, como dice el tango: Ha vuelto la piba que un día se fuera…Hoy tiene un purrete..
Por eso están de fiesta los cosos de al lado…Rosita, con su regreso, les trajo la Navidad.

Berta Rinaldi

Receta para una reunión esperada

Envolver el árbol en guirnaldas hasta lograr una esperanza, colar y volver a llevar a la luz hasta reducir el papá Noel hasta la mitad, para concentrar más el pesebre. Procesar junto con le pionono y el pan dulce. Calentar el festejo hasta llegar a las ochenta sidras. Limpiar los regalos y cortarlos en nacimiento. Colocar un rey mago o un pastor, cubrir con reunión de familia esperada y confitar, durante cuatro minutos, a brindis lento. Escurrir soledades, colocar en una estrella salseada con regalos de turrón. Decorar con avellanas y burbujas de festejo.

Cecilia Jubera

Celebración de otra luz

Sumergido en el brindis, olvidado
de esperanza o lo que fuera,
la terrible estrella, entre la noche y el festejo;
el nacimiento se acodó en el pesebre,
ya no lloraba.
Había descubierto el júbilo
del distante escenario, el que
se detiene y no gira,
y aquello que era disminución,
se hacía familia
espera celebratoria de otra luz,
completa, rotunda, sin temores.

                               Cecilia Jubera

Un cuento de Reyes

Era el tercer año que Marcos escribía la misma carta, pidiéndoles a los Reyes Magos un karting como tenía su primo Felipe, que además nunca le quería prestar. Su mamá se había cansado de explicarle los motivos económicos que impedían que ella o su papá se lo compraran, pero no entendía por qué los Reyes no accedían a su pedido. Ese año Marcos pensó que la única solución para su problema era esperarlos y en el preciso instante en que bajaran de los camellos para poner los regalos en los zapatitos, les plantearía su inquietud. Y de paso las inquietudes de sus hermanitos menores y de la mayoría de sus amigos que nunca recibían nada parecido a lo que pedían.
Ese 5 de enero, refugiado en la casa de un amigo, durmió una buena siesta y a la noche fue el primero en acostarse cuando su mamá se lo pidió. Se tapó hasta la cabeza y esperó silencioso, mientras escuchaba los ruidos habituales de la casa: su mamá lavando la vajilla, apagando las luces, acostándose; su padre cerrando las puertas y ventanas y acostándose. Al rato sus padres apagaron la luz de la habitación. Marcos salió de debajo de las sabanas y se sentó en la cama para no dormirse. Con un pequeño haz de luz que se colaba por la ventana veía las agujas del reloj, las 12, la 1, las 2, de a ratos cabeceaba pero enseguida se recomponía y caminaba un rato para despabilarse. La noche pasó completa y al fin oyó el despertador de sus papás, se tapó de nuevo hasta la cabeza, preocupado e intrigado por la ausencia de los Reyes. Al rato entró su mamá a la habitación con la bandeja del desayuno,
–¿Y los Reyes, mamá?
–No sé, anda a fijarte
–No vinieron, mami.
–¿Cómo no van a venir, amor?
–No, no vinieron– dijo y empezó a llorar.
Su mamá lo tomó de la mano y lo acompañó al living, donde estaban los zapatos de toda la familia, y ahí había un paquete sobre cada uno de ellos. Marcos no quiso abrirlo y salió corriendo hacia el patio.

Cecilia Jubera

Dulce Navidad

El viejo Santa acomodaba su trineo como cada año desde el principio de los tiempos; estaba cansado, las ásperas navidades nevadas habían resentido su salud, encima este año la llegada de tantos pedidos insólitos: netbook, notebook, cámaras digitales, play station, wi, lo habían sumido en una gran tristeza, por más que revolvía sus cajas y baúles solo hallaba rompecabezas, muñecas, autos, tractores, alguna que otra bicicleta…
Abrumado por este contratiempo decidió llamar a su jefe, pero su jefe nunca lo había atendido y ahora tampoco; por último consultó con su esposa. La señora Santa razonó que, por mucho que hubieran cambiado las cosas allá abajo, a los niños le seguirían gustando los dulces, así que se puso inmediatamente a preparar enormes cantidades de golosinas y envío a Santa a repartirlas.
A medida que entraba en cada casa, alrededor de cada árbol había muchos paquetes y él le sumó los dulces que su esposa había cocinado y envuelto con cuidado y cariño. Finalmente regresó a su casa a tener su propio brindis y a descansar hasta el año siguiente.

Cecilia Jubera

Un hombre vestido de blanco

Un poco más sereno (habían encontrado una cueva segura, y un pastor los auxiliaba con el parto), José se pone de pie y cree tener una revelación. Del fondo oscuro de la cueva, un hombre vestido de blanco se acerca, le toma sus manos y le habla. Atónito, sin pestañar siquiera, escucha. “No sólo –dice el desconocido– verás derramarse la sangre joven de tu hijo, sino que la historia, teñida de escarlata, sucumbirá en guerras por su revolucionaria verba. Tu familia será perseguida –continúa–, y jamás se librarán de los hombres ni de los dioses.”
José recibe las últimas palabras retrocediendo; al alcanzar la salida, gira despacio, se detiene en el viaje de una estrella fugaz hacia el infinito, y…

Nicolás Procopio

Receta para un amor navideño

Cortar la ilusión en pan dulce de 10 cm. de largo por 3 cm. de ancho. Marinar en sidra, agregar una taza de alegría, 2 solemnidades de turrones y 2 noches estrelladas, durante 8 regalos, en amor. Cortar tres esperanzas en noticias pequeñas. Armar la familia intercalando una parte de la gente, con reunión, hasta que termine el nacimiento.

Belén Marquestau

Tres muchachos

Los tres muchachos se separaron enseguida y tomaron cada uno su camino para reunirse, en la Noche Buena, con sus respectivas familias y esperar a las doce de la noche el nacimiento de Jesús .Pero esto no fue posible porque una secta se hizo presente en cada hogar, e intentó raptarlos para cobrar rescate en esa especial ocasión. Estaban muy bien organizados, pero el plan no lo cumplieron, se arrepintieron y los devolvieron, cosa que les brindó a los jóvenes una sonrisa.

Belén Marquestau

El sacerdote

El sacerdote va a dar oficio en la iglesia principal. En la Misa de Gallo, esperará que los presentes hagan silencio para el recogimiento y la concentración, para la adoración, el reconocimiento de sus pecados y la reconciliación con uno mismo y con los demás. Eso los hará sentirse cerca de otras personas con la fe intacta, orando por los que en estos tiempos padecen el dolor de las guerras y para que la paz prevalezca en esta humanidad que soporta tempestades.

Belén Marquestau