10 de Marzo de 2012 | El eco de Tandil
UN HALLAZGO QUE CUENTA UNA HISTORIA SOBRE MALVINAS
Patricia Ratto llega con su tercera novela, Trasfondo

Trasfondo es una ficción basada en una historia real, la de la campaña del submarino ARA San Luis en el conflicto armado de Malvinas, en 1982. Patricia Ratto dialogó en extenso con La Vidriera sobre la novela editada por Adriana Hidalgo, que recién sale a la venta y que ya resuena en distintos sectores del país.

por Carolina Cordi - carolinacordi@gmail.com

Trasfondo cuenta la historia de treinta cinco hombres que vivieron treinta y nueve días de patrulla y ochocientas sesenta y cuatro horas de inmersión en el Atlántico Sur, sin ver el océano ni el cielo ni el sol. En condiciones precarias frente a los despliegues del enemigo, con desperfectos en un motor y en la computadora, con torpedos que además funcionaban defectuosamente, y en total soledad, trataron de cumplir su misión, enfrentándose cuerpo a cuerpo con la fuerza de tareas enemiga.
Si bien Trasfondo se instala claramente en el campo de la ficción literaria, para la escritura de esta novela la autora entrevistó a catorce de los tripulantes del submarino ARA San Luis, a algunos de ellos en más de una oportunidad. Esa investigación se completó con la lectura de crónicas periodísticas, la visita al Museo de Submarinos de Mar del Plata y al submarino ARA Salta -gemelo del San Luis- que continúa operando en la Fuerza de Submarinos.

UNA BUENA IDEA
Trasfondo tiene todo lo que un lector quiere en una novela: una buena historia, bien narrada, con intriga, sorpresa, la cantidad de datos exacta que se requiere, y está contada de un modo tan condensado, que atrapa.
Después de Pequeños Hombres Blancos y Nudos, Patricia Ratto hace una apuesta fuerte desde lo literario, pero también desde lo histórico, en una novela a la que no le falta ni le sobra nada: una perla para atesorar y que, desde que se abre la primera página, no se puede dejar de leer.
-Tu tercera novela ronda la temática de Malvinas, justo a 30 años del conflicto, ¿es casual?
-En realidad empecé a escribir la novela hace tres años. En ese momento no sabía si iba a poder llevarla adelante, ni tampoco que iba a estar lista y se iba a publicar en esta fecha, lo que fue una decisión de la editorial.
-¿Cómo surgió la idea que dio nacimiento a Trasfondo?
-En un acto de Malvinas, en 2009, en la escuela Ernesto Sábato de la Unicén. Allí había un veterano de guerra que contó que tenía diecinueve años cuando estuvo en el submarino y comenzó a relatar cómo había sido su experiencia; yo me interesé por su testimonio, pero como tenía que ir a dar clase a otra escuela, me tuve que retirar de ese acto. De todos modos, la historia me quedó en la cabeza, no me podía olvidar de lo poco que había escuchado. Entonces me puse a tratar de localizar a esta persona, algo que me dio bastante trabajo, hasta que me puse en contacto con quien lo había invitado y conseguí su dirección.
-¿Qué sucedió en ese momento?
-Me reuní con él y al momento pensé en abandonar el proyecto, porque me di cuenta de que no se podía escribir si no se sabía mucho de cuestiones técnicas de la navegación bajo el agua, de la vida en el submarino. Y, además, con un solo testimonio no me iba a alcanzar. Así que, en principio, desistí.
-¿Qué te decidió a seguir adelante?
-No me podía olvidar del relato que había escuchado. Creo que a los escritores las historias nos obsesionan, nos persiguen a tal punto, que uno puede llegar a dedicarle años a una sola novela, quedándose hasta la madrugada para escribir, o corrigiendo para entregar el texto. Si no fuera así, uno no lo haría.

EL TRABAJO DE CAMPO
-¿Cuáles fueron los pasos siguientes?
-En aquel momento, que era octubre, fui a visitar el Museo de Submarinos para interiorizarme. Pregunté si podía visitar un submarino, pero estaban en campaña. Entré en Internet, en una página de la Comunidad Submarinista Latinoamericana y dejé un mensaje diciendo que tenía intención de contactarme con tripulantes veteranos del ARA San Luis para conocer mejor esta historia.
-¿Tuviste respuesta inmediata?
-Me contestaron dos de los tripulantes, de más edad que el submarinista que me había dado el primer testimonio, que cuando estuvieron en el submarino en la campaña de Malvinas tenían cerca de treinta años.
Luego fui a visitar el submarino y ellos se encargaron de ir contactando mi proyecto de escribir una novela al resto de la tripulación, gente que incluso no estaba viviendo en Mar del Plata. Así conseguí a entrevistar a la mitad de la tripulación y, a varios de ellos, en más de una oportunidad.
-¿Por qué realizaste más de una entrevista por cada persona?
-Una cosa es un primer testimonio, que aportaba mucho pero, como todo era nuevo para mí, siempre me quedaban dudas. Y además había detalles que ellos no contaban, no porque no quisieran, sino porque cuando uno conoce mucho el lugar en que está y lo que hace, y habla con sus camaradas o compañeros, no cuenta todo. De modo que -para la segunda y tercer entrevista de cada uno- hice una lista de preguntas que incluían requerir muchos detalles: descripciones del lugar, qué ropa tenían puesta, cómo y dónde comían, dormían, y lo pertinente de las actividades propias de los puestos de cada uno -el enfermero, el cocinero, el timonel, el planero, el torpedista, el motorista, el electricista, el técnico en computación- es decir, lo que tenía que ver con la vida diaria y el funcionamiento del submarino.
-¿Fue difícil profundizar en estos aspectos?
-Bueno, lo que ocurre es que ellos tenían naturalizada toda la información y además se enfrentaban a alguien por completo ajeno a su formación, a su mentalidad, a su actividad. Entonces, yo hice un trabajo de tratar de meterme en la cabeza de ellos y entender lo que es la vida ahí. Tuve que proponerme llegar a pensar como un hombre, militar de la Armada, que iba en un submarino a la guerra, porque sentí que si no, no iba a poder contar la historia como yo quería.
-¿Cuánto te llevó el trabajo de campo?
-Los tres años que le dediqué a la novela. A los dos años de investigar y desgrabar, empecé la escritura del primer borrador pero las entrevistas continuaron hasta los últimos días.

FICCION O REALIDAD
-¿Tuviste que explicarle a tus entrevistados que lo que vos ibas a hacer era ficción?
-En principio, me llevó mucho tiempo y me dio mucho trabajo a mí tomar la decisión acerca de cómo iba a ser esa escritura. Tuve una charla con el editor, con mi amiga, la escritora Elsa Drucaroff, y su marido, porque yo estaba muy atrapada por la historia y sentía enorme responsabilidad de respetarla, de no traicionar lo que me habían confiado, porque estaba trabajando con un hecho histórico, y sobre todo estaba entrevistando personas a las que les dolía revelar su historia. La mayoría de los veteranos y excombatientes –no sólo los de este submarino- volvieron de la guerra y nunca contaron lo que les pasó. Todos tienen, en ese sentido, una herida, un profundo dolor. Recordar, para todos, era doloroso.
-¿Sentías que faltabas a su confianza?
-Yo sentía que tenía que responder a esa confianza que ellos habían tenido conmigo de exponerse y contarme cosas personales, algunas terribles, o conflictivas y otras difíciles e incluso graciosas. Eran relatos muy íntimos, contados a una desconocida. Yo me había propuesto estar a la altura de ese testimonio que recibía y en un momento me pareció que no iba a poder escribir, me paralizó esa responsabilidad.
-¿Cómo lo solucionaste?
-Creo que esa charla que tuve con estos amigos y el editor me vino bien, porque destrabó ese tema y yo entendí que mi oficio es escribir novelas –no crónicas periodísticas o libros de historia- y que, en última instancia, yo tenía que hacer eso: escribir una novela. Eso sí, traté de escribirla con todos los detalles que me contaron. A pesar de que es muy comprimida y es una ficción, los hechos históricos están todos allí.
-Asumiste que es una ficción…
-Sí, el narrador que yo elegí es el primer indicio de eso. Algunos hechos que cuento no son exactamente así, porque nadie puede contar las cosas tal y cómo acontecieron. Incluso aproveché algunas contradicciones que se dieron en los testimonios: algunos se acordaban de una cosa y otros se acordaban de otra manera. Cuando me pude instalar bien en el campo de la ficción, tuve una charla con todos ellos para explicarles cómo iba a hacer este trabajo.
En las últimas entrevistas que fui haciendo, donde los volví a ver a todos, les expliqué que iba a respetar lo que me habían contado, pero en el marco de una ficción, de modo que iban a encontrar elementos que tienen que ver con poner a funcionar algo que no es la realidad y que, además, no es un libro de historia.
-No es tan fácil asumir que lo que uno cuenta como realidad se convierta en ficción.
-Ahora hay que ver qué pasa. Yo me pongo en el lugar de ellos y digo: “¿Qué pasa si viene un desconocido a entrevistarme y escribe mi biografía? Cuando la lea, quizá yo sienta que no me refleja del todo”…es muy difícil.
-Igual, es una manera de reconocer y dar a conocer sus historias.
-Uno de los veteranos que contacté me prestó su diario personal. Es un diario que llevó a bordo, donde hacía anotaciones muy breves, donde escribía día a día lo que pasaba. Eso es algo que me sirvió como un mapa, por decirlo de algún modo, del acontecer real. Entonces, las acciones que ocurren en la novela están construidas a partir de la información de ese diario, de esas crónicas periodísticas que yo leí y de entrevistas que habían salido en algunos medios, lo que da cuenta de que las acciones de guerra son reales.
-Tuvieron un acto de confianza hacia vos al contarte sus historias.
-Sí, ellos tuvieron un acto de generosidad al brindarse a una desconocida. De alguna manera, los hechos están, pero ahora saben que es una novela, una ficción y creo que lo aceptaron. Yo supongo que no es fácil que alguien cuente tu historia.
TRABAJO ARDUO
-¿Cómo fue el proceso de escritura?
-Cuando tuve la primera versión, me di cuenta de que la historia no me terminaba de convencer. Yo la leía y veía que no comunicaba de la manera que yo sentía que tenía que comunicar. Entonces, dejé ese borrador y empecé nuevamente.
-¿Y en qué consistió el cambio?
-Tomé algunas decisiones técnicas, como cambiar el narrador. A partir de allí empezó algo así como la “segunda etapa” de la novela, y seguí haciendo entrevistas, porque lo que me pasaba era que, cuando me ponía a escribir una escena, empezaban a faltarme cosas.
-¿Por ejemplo?
-De repente, uno de ellos me contaba cómo se bañaba, casi sin agua, porque no había. Yo había visto cómo era el baño, tenía fotos, pero era diferente a volver a estar ahí dentro y visualizar cómo era todo. Así que seguí investigando y entrevistando. Con algunos de ellos me comuniqué por correo electrónico también.
Prácticamente, hasta los últimos días de escritura, tuve que consultar cuestiones técnicas del funcionamiento del submarino.

CUESTIONES CLAVE
-El título, Trasfondo, ¿cómo lo pensaste?
-Surgió al principio del proyecto, en una charla que tuve con el editor, donde le contaba el trasfondo que había detrás de lo que me relataban los entrevistados.
Hay todo un juego de significaciones en el título porque “trasfondo” es lo que está detrás del fondo, o más allá del fondo, como lo oculto detrás de lo aparente. Pero, por otra parte, los protagonistas de esta historia estuvieron todo el tiempo escondidos en el fondo del mar. Hay también, en este sentido, una significación literal. Asimismo, “trasfondo” es una palabra con tantas “o” que suena profunda, oscura. Y, por último, señala mi intención de tratar de contar lo que estaba por detrás de la guerra, lo que sale a flote mientras avanza la novela, que es lo falso, lo ficticio.
-En la elección de los elementos técnicos de la novela, vos tomaste un narrador muy especial.
-La novela tiene dos historias paralelas: una es la que tiene que ver con la guerra y la campaña de este submarino argentino en el conflicto de Malvinas, y otra es el relato personal del narrador, un suboficial que va en el submarino y narra la historia a partir de sus propias percepciones. Al final de la novela, uno no sólo descubre cómo termina la historia de guerra, sino la historia personal del narrador. Ambas historias confluyen en un final bastante inquietante.
-Sin revelar demasiado, el narrador que elegiste no es una cuestión de azar.
-Para mí, el cambio de narrador fue clave. Siempre es importante quién cuenta la historia. Cada vez que uno narra algo que ha sucedido, lo hace atravesado por su propia experiencia, su manera de ser, su historia, sus logros, sus fracasos, sus posibilidades, sus imposibilidades.
Mis novelas anteriores tenían muchos narradores, muchas voces, y era así cómo me había llegado el material inicial para esta novela: tenía catorce voces contándome esta historia. Así comencé aquel primer borrador pero lo que sucedió fue que me di cuenta de que, si la contaba con todas las voces, la historia se diluía, perdía fuerza. De modo que abandoné aquella otra novela inicial por un único narrador, que le dio la fuerza y la concentración que estaba buscando.
-La Hiena, que es el comandante, también es un personaje fuerte.
-Sí, pero hay que tener en cuenta que aparece como lo ve este narrador y a partir de lo que dicen algunos de los tripulantes sobre él. Está construido como una especie de caricatura.
En todo caso, lo que se narra en la novela está dicho por una persona que piensa algunas cosas de un modo particular. Hay que entenderlo desde ahí y desde la relación que este personaje tuvo con el otro y cómo lo ve. De todos modos, aquí sale a relucir el tema del poder vertical, de la cadena de mando.
-¿Los nombres de los personajes son distintos a los reales?
-Sí, si bien las acciones que se narran son las mismas que me contaron y todos a los que yo entrevisté seguro se van a reconocer, mi intención era instalarme decididamente en la ficción, por eso los personajes tienen otros nombres.
AGUDIZAR LOS SENTIDOS
-El sonido y el oído tienen un lugar central en la novela.
-Cuando escuché los testimonios me llamó la atención que, dentro del submarino, no se accede nada de la realidad exterior sino a través del sonido y del Sonar. Ellos no tenían manera de ver la luz del día, ni la de la noche, no veían el mar, ni el continente, ni las islas, ni otros barcos, ni nada. Y encima, en dos o tres oportunidades en que pudieron sacar el periscopio, sólo vieron niebla u oscuridad. Entonces comprendí que la percepción de la realidad se construía de un modo sumamente particular.
En las historias que contaban, por ejemplo, aunque no lo decían explícitamente, había una cuestión con el tiempo, como éste si fuera elástico. Perdían la noción de cuándo era de día y de noche porque estaban encerrados en un lugar hermético, con luz artificial y, salvo en algunos sectores donde el cambio de luz era sutil cuando llegaba la noche, era difícil saber qué hora era. El tiempo del reloj es una cosa y el que uno percibe o vive con su cuerpo, es diferente. Y esto se nota mucho en esta historia.
-Tomaste muy en cuenta esa idea y la usaste como recurso.
-Yo hice un trabajo con el tiempo desde lo literario, que es particular en la novela. Por eso tampoco quise poner fechas: cuando las cosas pasan, pasan. Los hitos son: antes y después del hundimiento del ARA General Belgrano, por ejemplo; antes y después del primer lanzamiento de un torpedo, entre otros. El tiempo se construye, dentro del submarino y en la novela, teniendo como referencia los hechos que van ocurriendo. Al principio sí hay datos, incluso festejan un cumpleaños ni bien sale, pero después eso se va desdibujando.
-¿Tuviste que entrevistar al sonarista para conocer estos datos?
-Sí, me comuniqué con uno de ellos, que me explicó cómo trabajaban, como se reconstruía lo que estaba sucediendo afuera a partir de la percepción de un oído especialmente entrenado, por ejemplo, para oír un sonido y determinar si es un submarino o un banco de krill, o escuchar las revoluciones de los motores y determinar el tipo de embarcación que la producía, si era una fragata misilística, un carguero, un portaaviones.
Igualmente hay cosas que todos escuchaban por fuera del Sonar, generalmente los pines de radar, emisiones muy fuertes, aturdidoras e inquietantes. Eran las pruebas de que los estaban buscando y todos sabían que, estando sumergidos, si los alcanzaba un torpedo, se morían, no había escapatoria posible.

LA ESPERA Y LO OCULTO
-En la novela hay muchos momentos donde lo único que hacen los tripulantes es aguardar.
-Todo el tiempo ellos estaban esperando distintas cosas: ver si les andaban los motores, si podían seguir, si el conflicto se solucionaba diplomáticamente.
En principio la mayoría pensaba que no se iba a llegar a la guerra, porque eran personas que habían viajado mucho y conocían lo que era la Marina de Gran Bretaña y les parecía descabellado enfrentarse a ese gigante. Estaban convencidos de que el conflicto se iba a solucionar diplomáticamente.
Cuando les dijeron que entraran a la Zona de Exclusión, entendieron que las cosas no iban a ser así. Y ahí comenzó una nueva espera: la de encontrarse con el enemigo, la de comprobar si les funcionarían los torpedos, la espera de respuestas o directivas.
-En la novela se pasa de la inacción a la acción y viceversa todo el tiempo, ¿a qué se debe?
-En la guerra es mucho el tiempo de espera e inacción y es necesario ocuparlo. Algo que me llamó la atención es que, salvo el cocinero -que leía historietas para soportar la espera y los peores momentos de combate porque no puede hacer otra cosa-, todo el resto de la tripulación cumplía dos funciones para estar ocupados todo el tiempo, mientras están de guardia.
En esos momentos, todos coincidieron que lo mejor era estar haciendo algo, hasta en los momentos de descanso. Por eso, uno dibujaba, otro hacía historietas, otro escribía un diario, otro hacía poemas y los guardaba en botellas, otro le grababa casetes a la novia.
-También se pone en cuestión lo que es real y lo que es ficticio.
-Hasta cuando se informan por radio Colonia, o Carve, que son las que alcanzan a escuchar dentro del submarino, se cuestionan si esas radios uruguayas estarán diciendo la verdad.
Primero se enteran por esa vía porque sacan hacia fuera una antenita –la antena látigo- que prácticamente no se ve. En todos los días que duró la campaña nunca emergieron. Estaban todo el tiempo alertas para recibir comunicaciones acerca de lo que tenían que hacer. Pero no estaban absolutamente dispuestos a creer lo que oían, sobre todo porque había informaciones que se contradecían con las que ellos recibían por la vía oficial. De modo que las versiones que llegaban desde el afuera, para dar cuenta de la realidad, adentro del submarino se volvían irreales.
-No se sabe qué creer en ciertas circunstancias.
-Hay cosas que pasan en la novela, que seguro van a parecer una construcción literaria y sin embargo son hechos reales: que los aceche un enemigo al que nunca visualizan, defender unas islas que nunca ven, que haya niebla todo el tiempo, eso le da al relato un viso fantasmal, sin embargo eso no es un recurso literario, es tal y como aconteció.
TENSION SOSTENIDA
-Estaban atrapados de muchas formas: por la falta de respuestas, de espacio, de agua. ¿Cómo pudiste relatar eso?
-Visité un submarino, el Salta, idéntico al San Luis que ahora está fuera de circulación. Es una nave muy pequeña y, por eso, pudo esconderse y maniobrar sin que lo localizaran. A su vez, dentro de ese espacio reducido convivieron treinta y cinco hombres, algo que resulta claustrofóbico, porque el espacio está, además, totalmente ocupado por objetos. Manivelas, caños, válvulas, camas, torpedos, mesa, bancos, herramientas, provisiones. Los suboficiales no tenían camarotes, salvo el del comandante y oficiales; entonces tenían que desarmar las cuchetas cada vez que había que hacer recarga de torpedos, porque la sentina de torpedos, estaba debajo del piso donde se armaban las cuchetas. Además, hay que considerar que eran muchos hombres, bastante amontonados, conviviendo muchos días una situación muy tensa, bajo amenaza enemiga, sin ver la luz del sol. Creo que hay que estar preparado para estar ahí. Por eso, me parece que resulta una historia que tiene condimentos interesantes, distintos a todo lo que uno puede conocer.
-Uno, como lector, entiende que dentro del submarino hay discrepancias que, sin embargo, parecen no salir a la luz.
-Yo siento que los sobrevoló el conflicto entre qué hacer o no hacer, y también ciertos cuestionamientos acerca de qué estaba funcionando bien o mal en la Fuerza, y en el país. Eso contrastaba con su formación, con esta idea de “es nuestro trabajo, estamos entrenados para esto y lo tenemos que hacer”, con esa idea de obedecer aunque no se esté de acuerdo. Creo que esa tensión está presente todo el tiempo. Otros, con algún criterio distinto, se cuestionaban a sí mismos algunas cosas, pero todo estaba muy contenido y así aparece en la novela.
-¿Sentís que fue diferente lo que pasó dentro del submarino a lo que pasó en tierra?
-Hay cosas que son diferentes, porque se cargan con las particularidades del submarino y de esta historia. Sin embargo, hay cuestiones de este caso particular que ponen en evidencia situaciones que estuvieron presentes, en general, en la Guerra de Malvinas, sobre todo en aquellos que tuvieron poder de decisión a nivel nacional. Esas cuestiones son: la mentira, la improvisación, la desidia, y hasta la falta de sentido común, entre otras cosas.
-En la novela se habla del frío que hacía dentro del submarino pero, sobre el final, se nota una frialdad en el recibimiento que tienen.
-Creo que ese sentimiento es común a todas las guerras que los países pierden. Viene luego el silencio, la sociedad mirando hacia otro lado, por una cuestión de vergüenza, de no hacerse cargo de esa gente que estuvo ahí y de las consecuencias de la guerra.
Pero, cuando pasa el tiempo, tanto periodistas, como historiadores, y artistas en general, revisan documentos, hurgan en el pasado, toman testimonios y empiezan a producirse obras de teatros, libros, películas, que ponen nuevamente en discusión el tema y, a su manera, luchan contra el olvido, el desinterés, la desinformación.
-¿Funcionan como una revisión?
-Creo que es un tema que estamos pudiendo volver a mirar y eso implica también revisar la actitud que cada uno tuvo con respecto a Malvinas. A veces, desde el lugar en que uno está, trata de hacer algo. Por alguna razón, yo no me pude olvidar de esta historia y se apoderó de mí esa necesidad imperiosa de escarbar en el pasado para poder contarla, aunque sea a través de una ficción. Hay que saber que existió un submarino argentino con treinta y cinco tripulantes que pasaron las mil y una, en una guerra con mucha improvisación y, por otra parte, periodísticamente, es probable que el hecho histórico vuelva a salir a la luz.
-Se lee una desilusión en los personajes…
-La desilusión que produce la realidad que se presenta ante los ojos, sobre todo cuando hace un fuerte contraste con lo que nos dijeron, cuando echa por tierra la imagen fantasiosa que nos vendieron. El desencanto es una manera de reacomodarse a la realidad, frente a lo que uno estaba fantaseando, sobre todo cuando esa realidad muestra algo mucho peor y oscuro.
Estaba lo que ocurría en los medios, lo que se decía desde el gobierno y, por otra parte la realidad de lo que ocurría. Por un lado, el discurso triunfalista y, por el otro, en el caso de esta historia particular: torpedos que no funcionaban, hombres que estaban desarmados e indefensos, a los que no les permitían volver. Todo un contraste.
Lo que se decía discursivamente chocaba con lo que ocurría, y eso produce inevitablemente desencanto. No sólo les pasó a los que combatieron, sino a los argentinos en general. A su manera, Malvinas hizo posible que nos despertáramos, que empezáramos a ver mejor.

DATOS ESPECIALES
-En el relato se hacen presentes los sueños del protagonista.
-En esos sueños hay cuestiones de la realidad, cosas que algunos de ellos me contaron, que les ocurrieron después de la guerra y yo no quería que quedaran afuera de la historia, porque, de alguna manera, son historias que cierran los hilos sueltos que deja la novela con respecto al después de Malvinas.
Todos los que estuvieron en Malvinas no terminaron su historia allá. Es como si una parte de la historia de ellos se hubiera quedado atrapada en el submarino.
Las cosas que les pasaron después, en cierto modo, estuvieron marcadas por Malvinas, tanto para los que permanecieron en la fuerza, como para los que se dieron de baja, o los que volvieron heridos. Hubo algunas de esas cosas que no quise dejar afuera y aparecen en esos sueños.
-En el libro hay huellas de escritores como Kafka, Conrad, Fogwill, ¿es un gusto que te das?
-Sí, en cierto modo hay un diálogo con esos y otros autores, porque es inevitable escribir con las lecturas que uno tiene y, de alguna manera, cuando estoy escribiendo, la propia escritura empieza a funcionar como un imán hacia otras lecturas, en este caso, con relatos e historias que algo tienen que ver con esta de Trasfondo.
-Algunos han dicho que Trasfondo es una novela de guerra, pero también se podría decir que es un relato de mar.
-De hecho, la novela tiene cuestiones de género, de la aventura en el mar, de los navegantes, historias que a mí me resultan interesantes. Podría decirse que es un relato de guerra y de mar, pero también de todas las pequeñas batallas que uno tiene que pelear en su propia vida.
-Ya Fogwill en los Pichiciegos hablaba de esta clausura…
-En Trasfondo, dialogo con otros autores, surge muchas veces vinculado a la sensación de aprisionamiento, de claustrofobia. Creo que es algo que está en el centro de la cuestión de Malvinas, por algo, se reitera en algunas producciones sobre el tema.
-¿Conforme con la edición del libro?
-La editorial Adriana Hidalgo hace un trabajo increíble, muy serio y muy cuidado, de diseño. Tienen un grupo de artistas que trabajan en la tapa y que hacen una labor estupenda, no típica, que huye del lugar común. Lo esperable era que pusieran la foto del submarino en la tapa, sin embargo optan por una imagen que no informa pero sugiere, una pequeña obra de arte en la que -hasta los colores- tienen que ver con el tono de esta historia. Es una edición muy cuidada, muy linda.
¿Y con lo literario?
-Conforme con mi escritura no estoy nunca, creo que si pudiera seguir revisándola, le encontraría detalles, pero es algo con lo que convivo: nunca estoy conforme con lo que escribo. Cuando llegue ese día, dejaré de escribir y me dedicaré a otra cosa. En todo caso, totalmente conforme o no, hice mi parte en esta novela; ahora habrá que ver qué pasa con los lectores.
El SUBMARINO
El San Luis es un submarino tipo 209,  fue construido en 1969, en partes, en el Astillero Howaldtswerke-Deutsche Werft de Kiel, Alemania, enviado en partes a Argentina y soldado y armado en Tandanor, Buenos Aires. Fue botado el 3 de abril de 1973, siendo su madrina la señora esposa del gobernador de la provincia de San Luis en ese momento. Es de esta provincia de la que el buque toma su nombre, de acuerdo a una norma interna de la Armada Argentina que asigna a los submarinos nombres de provincias que comiencen con la letra "S". Los de este tipo fueron los primeros submarinos verdaderos de la Armada Argentina, ya que los anteriores habían sido todos sólo sumergibles; contaban con snorkel, que es básicamente un tubo que permite tomar aire de la superficie para así poder conectar los motores diesel bajo el agua y recargar las baterías sin salir a la vulnerabilidad de la superficie.
Actualmente, el San Luis, pintado con antioxidante rojo, se deteriora en un astillero de la Costanera Sur a la espera de ser convertido en un museo.